Música para el alma

Música para el alma.

El uso de instrumentos antiguos para sanar, por Francisco Manzano.

            Hace años asistí a una conferencia que versaba sobre la música y sus poderes curativos. Recuerdo que fue en un centro de meditación cercano a la calle Ortiz de Zúñiga de Sevilla. Era una tarde fría, extraño por esas latitudes y al entrar en el salón de conferencias, nos llamó mucho la atención la cantidad de instrumentos desconocidos que se encontraban en la mesa del orador. En vez de sillas había colchonetas aislantes y nos invitaron a sentarnos en ellas por parejas, ya que había acudido más gente de la esperada.

            El ponente era un desconocido para mí, neófito en la materia. No recuerdo su nombre, pero sí la pasión con la que nos hablaba de los instrumentos, de su capacidad de curar y de sus usos médicos en la antigüedad, cuando se usaban para sanar dolencias. Sus palabras no dejaron a nadie indiferente. Comenzó contándonos diversas historias y anécdotas relacionadas con la curación, en los tiempos que hoy corren, de diversas personas solo con el sonido de esos exóticos instrumentos. Recuerdo su forma, pero no su nombre. Los instrumentos iban desde los cuencos tibetanos, a las panderetas usadas por las tribus indias del norte de los EEUU, incluso había uno que parecía un acordeón. Juntos solamente hacían ruido, pero por separado, eran capaces de hacerte sentir en paz, por muy mal que sonaran.

                                                     

    En mi mente quedaron el sonido de una especie de flauta usada por las tribus celtas, el cual se te metía en los oídos haciéndote cerrar los ojos, o esa pandereta que simulaba un cajón flamenco que consiguió acompasar la respiración de todos los presentes. Cuando llegué a casa, estuve investigando a través de internet sobre lo escuchado y leí sobre alguna que otra explicación científica relacionada con la frecuencia de los sonidos y cómo esas frecuencias pueden actuar de una forma específica sobre tu mente y cuerpo para sanarlos o estabilizarlos. Existen desde estudios neurocientíficos que señalan los beneficios que la música aporta a nuestro cerebro y cuerpo (reducir el estrés y fortalecer el sistema inmunológico) hasta postulados antiguos (por ejemplo, la filosofía pitagórica) o corrientes neolíticas que apelan a terapias de sanción sonora. En estos tiempos de desinformación, que gran regalo me hicieron ese día.


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